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jueves, 2 de enero de 2014

ESPAÑA Y EL CONFLICTO

Por Pedro Taracena



El hecho fidedigno de que en España se niegue de forma permanente, que exista un conflicto de cualquier naturaleza, no prueba que no exista. Para aportar mayor rigor a esta premisa, tenemos dos siglos que lo abalan. Más exactamente el periodo comprendido entre 1812 y 2013. Un periodo de conflictos de combates, luchas, peleas y enfrentamientos armados. Apuros, situaciones desgraciadas y de difícil salida, sin omitir los conflictos laborales, donde se enfrenta a representantes de los trabajadores y a los empresarios. Periodos donde el conflicto ha alcanzado cotas de tragedia nacional y otros donde el conflicto ha quedado larvado.



El conflicto es de índole institucional e ideológica. En 1812 se aprueba la Constitución que establece: “La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales”. Este principio nada despreciable en la España de entonces no tardó en derribarlo el poder absoluto de Fernando VII. Conflicto entre el constitucionalismo y el absolutismo monárquico. Desde el principio del siglo XX entran en conflicto la monarquía absoluta con breves periodos constitucionales; compartiendo la situación conflictiva, los Caciques, el Ejército y la Iglesia; interviniendo en la cada vez más acusada lucha de clases. Después de un breve espacio de tiempo donde se pretende consolidar la I República de corte federalista, vuelve la monarquía absolutista con parlamentos controlados por el voto cautivo de los Caciques y la Iglesia, acompañados con incesante “ruido de sables”.



En 1931 entra en conflicto monarquía y república, donde triunfa la II República, democrática y constitucionalista. El conflicto lejos de concluir, después de cinco años, se agrava con un golpe de estado militar, al cual se adhieren el Capital, la Derecha Católica, la Iglesia y una incipiente fuerza fascista, Falange Española. Esto provoca el conflicto más importante del siglo XX en España. La Guerra Civil entre 1936 y 1939. Dos bandos en conflicto: Las derechas que se sumaron al golpe y las izquierdas que resistieron en defensa del orden republicano. Estos hechos constatados históricamente, es evidente que son negados por quienes niegan la existencia del conflicto en sí; provocando otra situación causante de una espiral conflictiva sin fin.



El Caudillo que lideró la rebelión militar se hace con la victoria, e impone una dictadura militarista de ideología confesional católica; entrando en conflicto permanente durante treinta y seis años, el Nacionalcatolicismo y el Nacionalsindicalismo con la Democracia y los Derechos Humanos. El propio Estado entra en conflicto con el separatismo catalán y vasco, librando una represión inmisericorde, provocando una reacción terrorista; resolviendo el conflicto en base a Juicios Sumarísimos, Consejos de Guerra, Prisión y Condenas de Muerte. Las tensiones entre la Santa Sede y el Régimen no se hicieron esperar y ciertos obispos y clérigos se vieron afectados por el conflicto y terminaron privados de libertad. El dictador fallece en 1975 pero en su testamento está latente el conflicto. El régimen dictatorial revestido con la capa pluvial de la monarquía católica, hereda su naturaleza y el conflicto histórico que la ocasionó.



Durante el periodo de transición de la Dictadura a la Democracia, entran en conflicto dialéctico: Transición o Ruptura. Principios Fundamentales del Movimiento Nacional o Periodo Constituyente. República o Democracia. Y por último, riesgos en el avance hacia la democracia para los conservadores o riesgos involucionistas para los progresistas. El conflicto español parece que tiene vocación de persistir… No obstante triunfó el periodo constituyente; ahuyentando los temores de permanencia de las bases legales del régimen despótico. y lo que es más importante; resolviendo el conflicto de ilegalidad desde el asalto al Estado de Derecho del cual gozaba la República, el 18 de julio de 1936. En 1978 se aprobó la Constitución en base a una monarquía parlamentaria; treinta y seis años después, todavía permanece impune el régimen genocida del general Franco. Conflicto no resuelto aunque se niegue su existencia.




En la era democrática los gobiernos de turno han desarrollado los valores de la Constitución, los unos mirando hacia la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y los otros en connivencia con el Antiguo Régimen y la Iglesia Católica. Creando un conflicto latente, no solamente entre las derechas y las izquierdas, sino un conflicto flagrante entre la Iglesia y el Estado, solamente admitido y reconocido aunque tarde, por quienes consideran la alianza trono-altar y el maridaje Iglesia-estado, de naturaleza anticonstitucional. Durante toda la época democrática, el conflicto separatista ha permanecido en Euskadi y Cataluña, cada cual con su historia y naturaleza peculiares. Mientras el Gobierno jamás utiliza la maldita palabra de conflicto, ambos conflictos están más latentes que nunca. La autodeterminación en conflicto con la sagrada y dogmática Unidad de España. Aunque nunca se resolviera, sería insensato negar que el conflicto esté ahí. Mientras las víctimas del terrorismo reclaman al Gobierno ser reconocidos como vencedores y que los terroristas hincados de rodillas pidan perdón, en el otro lado, las victimas de franquismo reclaman que el genocidio franquista no siga impune y que sus víctimas sean reconocidas en la Memoria Histórica y en su dignidad. El conflicto persiste mientas los delitos de lesa humanidad no sean resueltos ante la Justicia Universal y la Historia.



En los años de crisis el conflicto se ha diversificado. Me resisto a considerar que España tenga conflictos en plural de diferente naturaleza. No, solamente España tiene un solo conflicto, como lo han tenido y tienen históricamente otros países. Hay que tener la valentía de reconocerlo y abordarlo, sin evasiones constitucionales y dogmáticas, siempre interesadas.



Fotos: Pedro Taracena


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