OCASO EN ATOCHA
Por Pedro Taracena Gil
El
consenso de la Transición en torno a los valores de Dios, Patria y Rey, se
enfrenta de pleno con el rechazo de los hijos y nietos, de los que padecimos la
dictadura hasta la muerte del Caudillo de España. La Constitución de 1978 fue
tutelada por los vencedores. Es decir, por la Oligarquía económica y los Caciques.
El Ejército y la Iglesia. Las generaciones del siglo XXI piensan más en
Democracia, Justicia, Igualdad, Tolerancia, Laicismo y Fraternidad. Los Problemas
planteados en la sociedad actual no pueden ser gestionados por un régimen
anacrónico y sobre todo podrido.
Si tomamos como punto de
referencia las democracias de nuestro entono, sin duda, España es un país donde
las piezas básicas de su esencia, daría la impresión de que no acaban de
encajar, formando una unidad cohesionada.
Claramente va en aumento el
enfrentamiento entre los partidarios de la sensibilidad republicana y los más
proclives a consolidar la doliente monarquía. La tregua dada por la aparente
estabilidad de la Transición, está dando paso a un choque de ideologías que va
en aumento. La cuestión de monarquía o república, no es baladí para un país con
no pocas heridas sin cicatrizar.
La España del siglo XXI todavía
no ha encajado en sus valores constitucionales, el laicismo imperante en
Europa. Mientras la Reforma de Lutero y Calvino, España se alineó con el papado
de Roma. El Estado aún mantiene un arraigo muy fuerte de confesionalidad
católica, a pesar de su aparente aconfesionalidad constitucional.
Nuestra historia reciente nos
muestra la consolidación de nuestro nacionalcatolicismo. El golpe de Estado del
18 de julio de 1936, se denominó Alzamiento Nacional, y a sus consecuencias, la
Santa Cruzada de Liberación. El invicto general fue nombrado Caudillo de España
por la Gracia de Dios. Este título se podía leer en las monedas de la época
dictatorial. Efectivamente España se convirtió en un estado confesional, donde
el Derecho Canónigo era ley civil. El jefe del Estado tenía potestad para proponer
al Vaticano a través de una terna, el nombramiento de los obispos. Tres de
ellos fueron procuradores en Cortes por nombramiento directo del dictador.
Franco derribó la República por las armas con la complicidad de la Iglesia.
Una vez implantada la dictadura
decretó que España seguía siendo un Reino. Implantando el Consejo del Reino y
el Consejo de Regencia. Luego más tarde afloraron las intenciones de instaurar
que no restaurar la monarquía, en la persona de un príncipe nieto de Alfonso
XIII. Para comprender mejor los desencajes de la religión y la monarquía en
España, es preciso recordar que el origen de la institución monárquica es
divino. El poder viene de Dios y se deposita en el Príncipe. Las monarquías
europeas fueron despojando al Rey de su poder absoluto y surgieron los
parlamentos donde el pueblo era soberano.
La instauración de la monarquía
en España tiene varios vicios o perversiones contraídos históricamente.
Anacronismo y escasa legitimidad. Que agravan el desencaje de los valores
democráticos. A través del maridaje Iglesia-Estado y la alianza trono-altar, el
origen divino de la autoridad del rey y la religión, alejan la posibilidad de
mantener un país laico. La asignatura de Religión desencaja dentro del currículum escolar. Renunciando a la
posibilidad de disponer de una Educación Pública, sin contaminación entre la fe
y la razón.
En España se llevan a cabo
secuencias y disposiciones que hacen pensar que la religión, lejos de ser una
opción privada, está asumida por la política como tradición secular. Sirviendo
de pretexto para no abandonar el nacionalcatolicismo. Se observa con
naturalidad que el Ministro del Interior, condecore a imágenes de la Virgen,
por sus méritos policiales. Que La
Legión asista a los desfiles procesionales como parte de espectáculo religioso.
Aunque el disparate llega al delirium
tremens, cuando se decreta izar las banderas a media asta, en los edificios
público en señal de duelo por la muerte
de Dios.
Otros aspectos que distorsionan
el encaje dentro de la Carta Magna, son el concepto nación, la bandera nacional
y el himno nacional. Estos valores invocan que ESPAÑA ES UNA GRANDE Y LIBRE. El
desencaje que anunciamos en el encabezado, se produce porque una parte de los
españoles no se sienten pertenecientes a la única e indisoluble nación. Tampoco se sienten cómodos cobijados
por la bandera constitucional. Y el himno nacional no les hace vibrar como
patriotas.
Esta situación no es coyuntural
es una realidad donde una nación de naciones, cuestiona los pilares de nuestra
democracia. Estos aspectos están claramente desencajados en las bases del
encuadre forzado por la Constitución Española de 1978.
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