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LA SOMBRA DE FRANCO EN LA TRANSICIÓN

COMENTARIO AL LIBRO DE ALFREDO GRIMALDOS
Por Pedro Taracena Gil
Es suficiente que un español como yo haya nacido en 1944 y haber tenido los ojos muy abiertos, para constatar que el contenido de LA ASOMBRA DE FRANCO EN LA TRANSICIÓN, es la verdad. Es verdad el relato en su totalidad y cuenta la verdad en todas y cada una de sus frases. Como testigo en primera persona no me ha causado sorpresa, que alguien contemporáneo a los hechos narrados, escriba lo que yo contemplé, intuí y sospeché. Esta situación de impunidad sostenida tiene los días contados. La Transición fue una farsa donde el franquismo dictó una constitución a la medida del testamento de Francisco Franco. Instauró la corrupta monarquía Borbónica y dejó impune el golpe de estado contra la República, el enfrentamiento fratricida de la Guerra Civil y la sangrienta dictadura. El pueblo español tiene pendiente la asignatura de la Reconciliación, pero ha estudiado lo suficiente como para aprobarla cuando llegue septiembre que ya está próximo…


El libro 'La sombra de Franco en la Transición' de Alfredo Grimaldos (Madrid, 1956) es un meritorio trabajo argumentado históricamente que nos resume la transición española contada de otra forma diferente a las instituciones, manteniendo un discurso contrario a la imaginativa idea de “transición pacífica” que tantas veces se ha repetido desde canales oficiales y que ha dejado de lado la violencia, la represión al movimiento obrero, el terror y los asesinatos que ocurrieron durante aquella época sobre los que se cimienta nuestra actual democracia.



Alfredo Grimaldos Feito es licenciado en Ciencias de la Información por la UCM, escritor y colaborador de El Mundo, entre otros muchos pasos por el mundo de las letras y la información. Su libro histórico de La sombra de Franco en la Transición es un homenaje a la lucha de la clase trabajadora organizada que trataron de combatir contra toda la transición pactada desde arriba, en el poder, denunciando todos los asesinatos, terror y torturas que se cometieron desde el aparato franquista en sus últimos años de dictadura y durante la transición a la democracia.

Respalda con testimonios, datos objetivos y opiniones de prestigiosos investigadores la teoría de que en España, no hay una ruptura democrática profunda con el régimen franquista, un corte histórico significativo, apuntando a que hubo políticos y hombres notorios de carreras brillantes durante la dictadura que son los encargados de dirigir el cambio, el lavado de cara, dejando la profundidad franquista prácticamente intacta.



De esta tesis no se libran los torturadores de la antigua Brigada Político Social, que mantuvieron sus puestos en la Dirección General de Seguridad y cuyos casos de asesinatos y violencia contra presos jamás fueron investigados ni castigados con la ley.

Con ellos, los llamados padres de la Constitución como Suárez y Fraga tienen su propio apartado biográfico que destaca especialmente todos los asuntos más turbios y oscuros relacionados con el franquismo más tradicional y represivo.

Es elocuente el testamento político de Franco en ese sentido, dejando heredera de su obra a la monarquía de los borbones, ya que de facto el franquismo fue un reinado sin rey, hay investigadores que apuntan a que fue incluso una especie de regencia particular, poniendo sus ojos en el siglo XIX. El dictador dejó escrito:




“Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre.

Por el amor que siento por nuestra Patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz, y que rodeéis a don Juan Carlos de Borbón del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis en todo momento el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido.”

Incluso en la boda de 2004 del príncipe Felipe de Borbón encontraremos invitada a la hija de Franco, Carmen Franco Polo, habiendo siempre una convivencia del pasado dictatorial con la democracia. Hay una consigna clara para Grimaldos: había que reformar el régimen pero impedir que se produzca una ruptura.

En el contexto histórico y cultural de la dictadura y sus últimos días, a pesar del creciente rechazo al franquismo, el terror y la represión seguían en el día a día, llegando a morir, como señala el autor, más de cien militantes de izquierdas entre 1976 y 1980 en manifestaciones o atentados por parte de la policía, la Guardia Civil y la extrema derecha instrumentalizada desde el poder. Estos números se sumergen en 591 muertos entre 1975 y 1983, procedentes desde el mundo civil, al militar y militante. Ocasionados desde la dictadura, grupos descontrolados de extrema derecha y las organizaciones que empleaban el terrorismo como ETA.[1]



La alta burocracia, los jueces, la policía y los mandos militares siguieron en sus puestos durante la transición, haciendo gala de sus usos antidemocráticos que con total libertad ejercían en la dictadura. Se aplica incluso un sistema electoral como la ley D’Hont que tutela la representación del país favoreciendo a los grandes partidos y disminuyendo a los pequeños, manipulando los resultados de las urnas.

Grimaldos aborda las relaciones de poder de la dictadura con la monarquía, que celebran actos juntos y pretende construir sobre ella su legado. Hubo un nerviosismo de cómo sería el franquismo sin Franco debido al enorme culto a la personalidad, a la verticalidad del régimen y al nulo espacio de debate para estas cuestiones.





Acusa también a Santiago Carrillo, Secretario general del PCE, de aceptar la monarquía, el himno y la bandera borbónica, asumiendo un papel de sumisión ante una transición pactada sin proceso constituyente y sin elecciones de cientos de cuestiones que se impusieron directamente con el referéndum para la aprobación del Proyecto de Constitución, que contenía todo un paquete de normas de convivencia que no fueron preguntados de forma individual a los españoles. Era el o todo o nada.

Los viejos falangistas se resistieron a cualquier cambio, pero el sector franquista del Opus Dei, empresarios y políticos afines, apoyan a Juan Carlos de Borbón para dirigir el cambio, saltándose a su padre don Juan en la línea sucesoria de la Real Casa francesa.




Para Grimaldos, hablar de transición significa hablar de miedo, de censura, autocensura, de muertos y de grandes biografías. Entre ellas destaca al actual rey emérito, o a Rodolfo Martin Villa, con el cual se produjeron en su etapa como ministro de la Gobernación y del Interior decenas de muertos a manos de las fuerzas del estado y la extrema derecha. También se destaca a Fraga, quien con una actitud criminal emplea las autoridades para brutales represiones y torturas donde hay muertos y ejecuciones. Fraga, el padrino de AP y el PP, llega a decir “La calle es mía” cuando toma policialmente Vitoria, donde mueren obreros por las fuerzas del orden, a otros los encarcelan y muchos más son torturados. A las mujeres de los huelguistas de la cuenca asturiana en 1963 las llegan a rapar al cero el pelo para estigmatizarlas, protegiendo Fraga a la policía sin investigar absolutamente nada, además participa de campañas de intoxicación como Ministro de Información y Turismo defendiendo el franquismo. Conjuntamente justifica y enturbia la memoria del asesinado y torturado preso comunista Julián Grimau acusado de crímenes durante la guerra civil, no probados y juzgados de forma manipulada. Otro gran nombre, entre los muchos que destaca el autor, será Adolfo Suárez, todos ellos encajan en un ascenso astronómico a las instituciones del franquismo y de ser originariamente férreos defensores de la dictadura. Destacando Suárez por sus inicios falangistas, su cercanía con Juan Carlos de Borbón, sus cargos en organizaciones fascistas e instituciones del régimen o su propaganda monárquica en RTVE como director general. La creación de Fraga de Alianza Popular entre ultras franquistas proporciona a Suarez una imagen centrada, que junto a una instrumentalización del miedo, la ley D’Hont y un control absoluto de la televisión le catapultan al Gobierno.



Igualmente, explica cómo el sector franquista del Opus, que termina triunfando, ganando peso en la dictadura, apuesta por establecer una monarquía y un cambio moderado en contra de las tesis falangistas de mantener unas instituciones fuertes, manteniendo a raya a la corona. El libro es un auténtico homenaje a la memoria.

Los capítulos están llenos de referencias históricas y datos basados en fuentes fiables que hacen del libro una auténtica guía de los enclaves más tenebrosos y ocultados en los manuales de historia convencionales, reseñando minuciosamente las vinculaciones entre grandes empresarios franquistas, campañas de desinformación, políticos que no investigan asesinatos, represiones, torturas, el borrado de la memoria histórica democrática de la II República Española y un consenso atado y bien atado como diría el general de Ferrol. Libro imprescindible recomendado, que acaba con la visión artificial tranquila y pacífica del estado tras Franco. Una revisión necesaria de la memoria colectiva de nuestro país que da mucho que pensar.

[1] Cifra de Mariano Sánchez, autor de la obra La Transición Sangrienta.

Héctor Braojos Muñoz (@hectorbraojos)

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Reportaje fotográfico de la Santa Cruz del Valle de los Caídos: Pedro Taracena Gil


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